18 de febrero de 2016

Izquierdismo: ¿Cuál es el Problema? (2ª parte)



Segundo problema: los fines personales marcan la pauta

El izquierdismo también se mantiene y desarrolla cuando las personas intentan solucionar sus problemas individuales mediante la actividad política. Detrás de una fachada de altruismo, generosidad y buena intención, encontramos que muchas personas se meten en actividades políticas porque no han podido experimentar el “proceso de poder” de un modo adecuado. Cuando esto ocurre, hay quienes encuentran satisfacción organizando actividades entretenidas o quienes encuentran satisfacción en acumular poder o reconocimiento. Esas actividades no necesariamente son eficaces respecto a los fines políticos declarados, pero entretienen; de ahí la proliferación de actos más propios de la animación sociocultural en las últimas décadas. Es cierto que crean adhesión y refuerzan el sentido de pertenencia a la corriente izquierdista de turno; sin embargo, son poco más que actividades sustitutorias.
No es difícil encontrar en las organizaciones e instituciones izquierdistas pruebas y comportamientos que desmienten una y otra vez sus anhelados fines políticos. No se trata solamente de que esos fines políticos puedan mejorar el sistema social actual, sino que, en muchas ocasiones, son irrealizables para los seres humanos. Al menos, para los seres humanos tal y como los conocemos hoy día. Si los Homo sapiens de hoy fuesen modificados en su naturaleza gracias a los avances tecnológicos, el cantar podría ser otro. El coste de avances similares ya los está sintiendo todo el planeta en la actualidad. En su empeño por alcanzar esos fines, no importa que la gente se tenga que adaptar a situaciones y modos de vida cada vez más artificiales. Esto no se puede considerar como algo positivo ni siquiera para los propios humanos. El alejamiento de la naturaleza salvaje, interna y externa a los individuos, no sale gratis. El fracaso a la hora de experimentar el “proceso de poder” es una prueba de ello.
Resumiendo, aunque muchos izquierdistas persiguen en el fondo fines personales (en el sentido de fines psicológicos propios) en sus actividades políticas, haciéndolo contribuyen a la búsqueda de unos fines políticos bastante peligrosos para la misma naturaleza humana. Dada su implicación personal en el asunto, muchas veces ellos no pueden ni siquiera plantearse el tema en una discusión racional, con lo que se cierra un posible camino para limitar el problema del izquierdismo.

Tercer problema: Identificación con la rebeldía

Existe otro problema al que conviene prestar atención. El izquierdismo, por su propio carácter sobresocializado, critica abundantemente la sociedad hasta el punto de acaparar toda la crítica, de acoger en su seno cualquier argumento que le sirva a la hora de quejarse de lo mal que va la sociedad. No suele tener mucha importancia si esa crítica es coherente y compatible en todas sus partes, lo importante es quejarse; el motivo concreto no parece ser muy relevante. De ahí, el énfasis que se da a la tolerancia de opiniones y a la pluralidad de posicionamientos (siempre que sean “críticos”, un eufemismo que cada corriente interpreta de una manera). Con esto no se quiere decir que dicha tolerancia exista y no se den dogmatismos, solamente se está señalando un mecanismo por el que el izquierdismo tiende a absorber aquellas posturas contrarias a algunos rasgos de la sociedad en la que vivimos.
De este modo, cuando las personas ven, reflexionan o sienten que esta sociedad tiene un carácter intrínsecamente malo, el único ‘sitio’ al que pueden acudir y, de hecho, acuden es al izquierdismo. Y el izquierdismo lo que hace es anular de diversas maneras esas ganas de desechar esta sociedad, canalizándolas en actividades políticas inútiles o transformándolas en una corriente de mejora de esa misma sociedad. La parte “radical”, “alternativa” o “revolucionaria” del izquierdismo no es una excepción a esto, sino un ejemplo. Esta parte se compone de distintas corrientes, pero siempre presentan la caracterización y los valores  izquierdistas mencionados al principio de este artículo. En España, tenemos a la vista distintos movimientos u organizaciones nacionalistas independentistas revolucionarias, anticapitalistas, sindicatos revolucionarios, organizaciones animalistas, ecologistas, antiautoritarias, antiindustriales, feministas radicales, y un largo etcétera. El lector, si se molesta, podrá observar en ellos los problemas que aquí se indican.
Esta parte “revolucionaria” del izquierdismo está muy lastrada por su tradición de “lucha contra la sociedad”. Las temáticas de su discurso suelen ser reduccionistas, centrándose en aspectos concretos de la sociedad dándoles una importancia que no tienen en la realidad, menospreciando y olvidando otros bastante más importantes. Si buscáramos el ejemplo más clásico de un discurso de este tipo, el de la llamada lucha de clases encajaría a la perfección en nuestra búsqueda. Esa tradición de lucha refleja también componentes irracionales del izquierdismo, que limitan la crítica interna. El relativismo y sus dogmas, el culto a la personalidad, a las organizaciones, al prestigio de ciertos militantes, a las autoridades intelectuales, etcétera, se utilizan muy bien para los fines personales de los que hablé en el punto anterior. Y es que la “revolución” del izquierdismo no se puede considerar loable, ni mucho menos algo deseable. Su función real en esta sociedad es la de ser un agujero negro donde se anulan las ganas de muchas personas de rebelarse verdaderamente contra esta sociedad.